lunes, 18 de agosto de 2025

Un panfleto de Warhammer

Además de los juegos de rol y de cartas, antes de la Explosión de Juegos de Mesa de Principios del Siglo XXI (EXJUPRIN), el gran pasatiempo donde dejarse los dineros en los 90 era en figuritas de plomo o "Little Men That Fight", como los llama (peyorativamente) mi mujer, aunque yo prefiero el mucho más viril término "Toy Soldiers".

Y decir "miniaturas" es decir "Games Workshop" o, más específicamente, BARÁMERS.

Revolviendo entre mis trastos viejos apareció este panfleto publicitario en el que se promocionaban los juegos de miniaturas de Games Workshop. 
 


En aquellos tiempos, las batallas se libraban todas sobre césped como si fueran partidos de fútbol y los juegos eran coloridos e incluso graciosos antes de que todo se tuviera que volver grimdark caga-murciélagos.
 


La White Dwarf de la época distaba bastante del catálogo de cincuenta páginas de ahora (en serio, me compré una y no me la llegué a terminar por pura pereza): animaba a probar otros juegos (¡en serio!),  a trocear las miniaturas para hacer tus propias conversiones, explicaba cómo hacer escenografía por cuatro perras y diversos cantamañanas que tenían pinta de vivir con sus padres llenaban páginas y páginas con artículos sobre trasfondo, tácticas y filosofía de baratillo sobre la actitud de los jugadores.


En los 90, el Warhammer 40000 todavía no era la bestia maloliente que es hoy en día, sino el hermanito tonto del Warhammer: Batallas Fantásticas, del que solo era una versión futurista con pistolas láser. Esto daría un giro con la llegada de la tercera edición donde quitaron todos esos colorines y lo volvieron muy, muy negro.


El panfleto incluye un cupón de pedido del servicio de venta por correo, que en aquella época me parecía una marcianada. Yo era de ir a las limitadas tiendas a las que tenía acceso y tirar de lo que hubiera, que no era mucho.

Ay, qué tiempos. 

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