Apenas almorzó. No sabía por qué, pero no tenía apetito. Finalmente, recogió los platos y limpió la cocina. Eran las cuatro y media: tenía todavía media hora hasta que su hijo le dejase a sus nietos.
El piso estaba en un absoluto silencio, y como estaba todo preparado, decidió refugiarse en su “sala del tesoro” para mitigar la espera. Allí tenía su colección de juegos de rol. Contemplar aquellos “libros” le relajaría, y es que en las últimas horas se había apoderado de él cierto gusanillo en la barriga. “¿Nervios ante la posibilidad de jugar una partida después de diez años? ¡Bah, papanatas de viejo!”.
En su juventud siempre se había imaginado jugando con otros ancianos en el asilo, o con sus hijos, pero la dura realidad había sido muy distinta. Hacía años que ninguno de sus compañeros de batalla vivía ya, y aunque existía la posibilidad de jugar a través de Internet, no entendía la nueva Web 4.0 -¿O acaso era ya la 5.0?-. Además, Gloria ya no estaba. Y aunque su mujer nunca había jugado, en realidad siempre había sido su única y verdadera compañera. El piso le traía muchos recuerdos: dejarlo para irse a un asilo tampoco era viable.
“Me engañó. El día que nos casamos me dijo que siempre estaría conmigo”. Gloria había muerto hace años de cáncer. Sí, en 2050, y a pesar de todos los avances, esta enfermedad seguía haciendo estragos.
Llegó a la habitación y observó las distintas vitrinas. Cada libro encerraba un mundo, y aseguraba horas y horas de diversión. A pesar de llevar años sin jugar, había seguido comprando: “Hay que apoyar a los nuevos autores” –se decía-. Lo que sí hacía es leerlos, y aunque esa no era la finalidad de estos libros, sino jugarlos, le reconfortaba. “Es lo único que me queda”.
Ahora ya sabía que había muchos juegos nuevos que nunca probaría, y eso le apenaba. Especialmente le hubiese gustado jugar a Bakea, sobre el trasfondo de ETA, y a No Pasarán, ambientado en la Guerra Civil Española.
Allí estaba también El Bosque y la Espada, el juego de rol infantil con el que un día había intentado iniciar a su hijo. Aquello había sido uno de sus mayores fracasos. No entendía cómo su querida afición no podía gustarle a su hijo. Pero la culpa no fue del juego, fue suya. Aunque El Bosque y la Espada había recibido muy buenas críticas, él no se sentía cómodo (le parecía demasiado infantil), y “cuando tú no lo vives…No convences a nadie”. Bueno, eso y que lo obligó a jugar… Para Carlos, que así se llamaba su hijo, esa tarde fue el principio y el fin de los extraños juegos de su padre.
Dejó la vitrina de las novedades y se fue a la de los clásicos inmortales. Juegos como Dungeons & Dragons, La Llamada de Cthulhu o Vampiro iban ya por su 10ª edición… Pero se detuvo en Aquelarre, en la primera versión, la de Joc Internacional. Aquel manual era con el que se había iniciado. Abrió el libro y acarició sus páginas. Admiró algunas de sus ilustraciones y su mente voló…
Con setenta años la memoria le jugaba malas pasadas; sin embargo, el recuerdo de aquellas primeras partidas, cuando descubrió que podía ser otro, permanecía inalterable.
Su mirada se posó en las últimas ediciones. Además de la del 50 aniversario, estaba la 4ª y 5ª edición. “Este juego nos va a enterrar a todos” –se decía asimismo-. Mientras que la 4ª edición había vuelto a sus orígenes con un formato sobrio (apenas 120 páginas en blanco y negro), la 5ª volvía a ser un extenso manual de lujo.
El timbre sonó. Miró el reloj y, como suponía, eran las cinco. Seguramente sería su hijo –no esperaba a nadie más-. Soltó con mucho cuidado el libro y se dirigió a la puerta.
Mientras cruzaba el largo pasillo –parece que se alargaba con los años- repasó la situación. Allí estaría Carlos -“Papá, ¿cómo estás? ¿Necesitas algo?”- y sus nietos, Rodrigo y Julia, a los que había llegado el momento de iniciarlos en esta fantástica afición (aunque eso no se lo había dicho a su padre).
Tenía todo preparado. Por la mañana había rescindido el contrato de internet para que sus nietos no tuvieran wifi. A los cinco minutos estarían aburridos, pero no sería él el que propusiese jugar a un juego de mesa. Tenían que ser ellos.
No podía permitir que se repitiese el fracaso incurrido con su hijo. En el aburrido y gris salón, como quien no quiere la cosa, asomaría un juego dejado allí por casualidad. Tenían que ser ellos los que preguntasen qué diablos era aquello y los que propusiesen probarlo. Eso sí, debería recurrir a un peso pesado para llamar su atención.
Abrió la puerta y apenas llegó a ver a su hijo. Ya se cerraba el ascensor cuando escuchó:
- ¡Papá, a las nueve los recojo!
Allí estaban Rodrigo y Ana, con diez y ocho años respectivamente, y con sendos móviles de ultimísima generación en sus manos. Pasaron al salón, pero cuando comprobaron que la wifi “se había roto” el cabreo fue enorme. Y es que les esperaba toda una tarde con su abuelo y sin internet…
Sin embargo, a los cinco minutos, Rodrigo levantó la cabeza de su móvil –sin duda, cansado de intentar conectar- y vio la caja del antiguo HeroQuest de MB. Después de tantos años, la ilustración seguía siendo espectacular.
Había picado el anzuelo. No tardó en levantarse del sillón y preguntar: “Abuelo, ¿qué es eso?”.
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Muy bonito y emotivo Surf y lo del Heroquest ya me ha flipado, guardadito lo tengo
ResponderEliminarMe ha gustado mucho, la verdad.
ResponderEliminarMenos mal que era el Heroquest original... no el 25 aniversario o ¿será el 50 aniversario? XDD
Gracias a vosotros. El protagonista recurre al HeroQuest ante el fracaso con su hijo. Siempre he pensado que para alguien que nunca ha jugado una partida de rol puede costarle al principio eso de que todo esté en la imaginación.
ResponderEliminarEl HeroQuest, al tener tablero, miniaturas y mobiliario, puede resultar una muy buena primera toma de contacto.
<3 genial <3 y sobre un juego de rol sobre ETA o la guerra civil.... da que pensar lo poco maduros que somos, en 1960 ya habia juegos de la segunda guerra mundial y podias llevar nazis
ResponderEliminarGracias, David! Sí, puede ser. La verdad es que Ediciones Sombra estaba trabajando en un suplemento de Comandos ambientado en la Guerra Civil y se está retrasando, quizás por ese motivo.
EliminarEn realidad era el Heroquest 25 aniversario, recién recibido. Por eso estaba ahí.
ResponderEliminarMuy emotivo Surf. Estoy curioseando todas las entradas desde 2020 hacia atrás, y después de ver la calidad de este relato hecho de menos que haya más... Deberías animarte a publicar más relatos, aunque no sea el fin del blog.
ResponderEliminar¡Muchas gracias, Maikel!
Eliminar¡Lo tendré en cuenta!